31 Ago Entrevista a Eliseo M. Martínez por Venize Comunicación.
Dicen de ti que eres un brillante orador en hasta tres idiomas, ¿cómo lo has logrado?
¡Eso es mucho decir! Tengo la sensación de que has hablado con algún buen amigo, necesariamente incurso por ello en causa de tacha… El francés no tuvo ningún mérito, mi madre se crio en Ginebra, mi abuelo era médico allí en la OMS, por lo que no hice otra cosa que aprenderlo de ella, ¡me regañaba en francés! El inglés me costó más, tras mucho estudiarlo, cogí carrerilla sustituyendo, en un High School en Ohio, a una profesora de mitología, latín e historia antigua durante su baja por maternidad, y despegué tiempo más tarde, ya ejerciendo como abogado y estudiando al tiempo un LLM en derecho americano también en los Estados Unidos.
¿Por qué elegiste dedicarte al mundo de la abogacía? Y, ¿especializarte en resolución de disputas?
Mentiría si te dijera que lo elegí, sería más preciso decir que la vida me invitó a ello y lo acepté. Mi bachillerato internacional fue en Ciencias, quise ser farero, ingeniero agrónomo y piloto -por ese orden-, abogado no estaba ni en la lista. Me ha parecido más fácil aprender a querer lo que hago que hacer lo que quiero.
¿Cuál es tu papel dentro del equipo IUS+AEQUITAS?
Soy, por ahora, su socio director y aguardo impaciente el momento en unos años en que se presente la persona que me sustituya y conduzca al despacho y a los fantásticos profesionales que lo integran hasta donde se merecen. Me ilusionará mucho poder ser testigo de esa nueva etapa.
¿Podrías resumir la filosofía de IUS+AEQUITAS en tres pilares fundamentales?
Búsqueda de la excelencia, calidad y compromiso.
Dar en cada momento lo mejor de nosotros, ponerlo a disposición de las personas y de la sociedad, con amor y cuidado por el detalle, para ayudarles a resolver sus controversias: Conseguirlo, y conseguirlo con pasión, es nuestro objetivo.
La calidad es nuestra forma de hacerlo, la herramienta o el instrumento de nuestro trabajo, nuestra marca de clase.
Y por último nuestro compromiso, que entendemos como propio a nuestra profesión, lo es con las personas y la sociedad: Aportar nuestro grano de arena para avanzar en la consecución de un mundo más humano y más justo para todos y entre todos. Esa es la idea de la que se alimenta el alma de nuestro despacho, un reto enorme que afrontamos cada día con gran optimismo y determinación.
¿Cómo vislumbras el futuro de la abogacía en España? Y, más concretamente, la rama dedicada a litigios.
Litigioso, demasiado litigioso. “No es buena la color del enfermo, amigo Sancho”. El litigio como método de resolución de disputas es el fracaso de una relación humana y su pobre remedo. La democracia es siempre un proyecto y el Derecho su herramienta. Cuando una parte irresponsable no ciñe su actuación, porque no sabe o no quiere, a Derecho, surge el pleito como remedio a esa patología, una patología que conseguiremos curar avanzando más en el camino de ese proyecto que llamamos democracia a través de la educación y los valores.
Eres profesor en varias universidades, ¿qué opinión tienes sobre el plan actual de educación superior que hay en nuestro país?
Empecé mi carrera como Becario de Investigación del Departamento de Derecho Administrativo en la UNED de la mano de mi admirado maestro, Ramón Parada, y aunque no continué la carrera universitaria me siento muy afortunado de seguir siendo invitado a dar alguna clase. Me ilusiona mucho que me inviten a compartir lo que he aprendido estos años con los estudiantes, lo hago encantado siempre que puedo y en buena medida considero que es una parte importante de nuestro compromiso con la sociedad.
Has sido reconocido por directorios como CHAMBERS GLOBAL, BEST LAWYERS Y LEGAL500. ¿Cuáles son tus retos y objetivos?
Vivimos un emocionante y retador momento de cambio, de cambio de época, de un nuevo paradigma. Nos enfrentamos a un gran desafío y sólo espero que estemos, todos -sociedad y personas-, a la altura de lo que se espera de nosotros. Me gustaría enormemente poder ayudar en un papel protagonista a que así sea, con la toga y, claro está, con la palabra.